Pacifismo y feminismo. Estrategias no violentas: el caso de Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo


Por María Macarena Bertone,
abogada argentina,
estudiante del Máster en
Cultura de Paz y DDHH
de la Universidad de Granada (UGR)

macarena.bertone[arroba]hotmail[punto]com

 

- Introducción.

 

Hace algún tiempo leí en un periódico una entrevista realizada a la historiadora Ángela Cenarro, donde afirmaba que "el pacifismo es hijo del feminismo". Llamó mi atención, sobre todo cuando en los tiempos que corren a las feministas se nos suele llamar "feminazis".

 

Tal es así, que a partir de entonces empecé a investigar y reunir información sobre todos los movimientos feministas, desde las feministas de la primera ola, las sufragistas, pasando por las guerras mundiales, dictaduras latinoamericanas, guerras yugoslavas, movimientos ecologistas, hasta llegar a la actualidad.

 

Como resultado descubrí, y será resumidamente expuesto en este trabajo, que efectivamente el pacifismo es hijo del feminismo, que incluso llegó a inspirar la teoría de Gandhi, lo cual no siempre es difundido o reconocido (¿por qué será?), pero también descubrí que hubo y hay una ruptura, sobre todo en situaciones extremas donde la guerra golpeó la puerta de aquellas mujeres en los años 1915, 1939, 1990, etc. (es increíble cuántas guerras ha soportado el mundo).

 

Así es como analizaremos cuál ha sido y es la relación entre pacifismo y feminismo, y luego analizaremos la historia y estrategias de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, como también los resultados obtenidos.

 

1.- Relación pacifismo-feminismo. Unión y ruptura, esencialismo y construcción.

 

Comenzaré adelantando que las mujeres no somos naturalmente más pacíficas que los hombres, no se trata de un carácter esencial, de algo privativo de las mujeres. Pero sí es cierto que, debido a nuestra experiencia específica, hemos puesto en marcha variados movimientos colectivos, creativos, no violentos, en defensa de la paz, en contra de la guerra, de la matanza sistemática de hijos y esposos, de la destrucción de la naturaleza, y en reivindicación de nuestros propios derechos.

 

Sin embargo, cuando la guerra ha tocado a la puerta, a los hijos, maridos, incluso de cerca a nuestros propios cuerpos, hemos adoptado distintas posturas.

 

Para abordar este tema debemos remitirnos al contexto de la Primera Guerra Mundial. A comienzos del siglo XX surgió un movimiento de mujeres de distintos países del mundo, principalmente del continente europeo, destinado a lograr el derecho al voto femenino y también a favor de la paz, ya que era moneda corriente por esos tiempos pensar la paz como un carácter intrínseco del género femenino. Esta fue precisamente una estrategia de la que se valieron las llamadas sufragistas, o feministas de la primera ola, para pelear por su causa, postulando que cuando las mujeres pudieran votar y participar en la vida política el mundo sería entonces un lugar más pacífico.

 

En enero de 1915 tres mil mujeres sufragistas fundaron el llamado "Partido de la Mujer por la Paz", cuya presidenta, Jane Addams, fue galardonada posteriormente con el Premio Nobel de la Paz, dicho sea de paso el Premio Nobel que más cantidad de mujeres han recibido.

 

Una vez comenzada la guerra, mujeres predominantemente de los Países Bajos, Bélgica, Alemania y Gran Bretaña realizaron un llamamiento para celebrar un congreso internacional de mujeres de los países beligerantes, y así protestar contra la guerra, buscando la forma de ponerle fin de manera pacífica (Cockburn, 2007). Finalmente, aquel pequeño grupo logró una reunión transatlántica en la que participaron no menos de 2.000 mujeres, constituyéndose sus declaraciones en precursoras de la formación de la Sociedad de Naciones, aportando 9 de los famosos 14 puntos del presidente Wilson de los Estados Unidos.

 

Sin embargo, pronto ese lazo con el pacifismo comenzó a quebrarse. La historiadora irlandesa Mary Nash escribe: "la general aceptación de la retórica política nacionalista y patriótica debilitó los postulados pacifistas entre las mujeres..., muchas dirigentes sufragistas consideraban que el patriotismo y la participación en la lucha bélica era la vía política más expeditiva para lograr el sufragio femenino en la posguerra" (Magallón, 2006, p.49). De esta manera, vemos que, a pesar de haber comenzado con un movimiento netamente pacifista (más allá de las acciones directas que adoptaba el grupo denominado suffragettes) y en contra de la guerra, las sufragistas se dividen por estas razones políticas en dos grupos: las moderadas y las radicales. Algo importante a destacar es que esta división se produjo tanto en la rama de las sufragistas moderadas como en la de las suffragettes. Ese fue el caso de Millicent Garrett Fawcett, que formaba parte de las moderadas pero que decidió ir por sus ideas políticas, considerando que no unirse a la guerra perjudicaría la causa sufragista. También fue el caso de la reconocida Emmeline Pankhurst, quien años antes había sido pionera en la desobediencia civil, aceptando ir a la cárcel por interrumpir un mitin del Partido Liberal, habiendo afirmado en el momento en que quedó en libertad: "No ha sido nunca, ni será, la política de la unión social y política de las mujeres poner en peligro imprudentemente la vida humana. Lo dejamos para los hombres en sus guerras, no es ese el método de las mujeres" (Magallón, 2006, pp.49–50). No obstante, con posterioridad Emmeline pasó a apoyar al gobierno en contra de Alemania, sosteniendo que de nada serviría un voto si no habría país en el cual votar.

        

También en este contexto encontramos en Rusia la formación del llamado "Batallón de la Muerte" conformado por mujeres con el fin de avergonzar a los hombres que habían desertado, o hasta amenazarlos con la muerte si no llegaban a reincorporarse.

        

Así es como se produce la primer ruptura entre pacifismo y feminismo. Lo mismo ocurriría durante la Segunda Guerra Mundial, que se constituyó como la guerra que mayor participación femenina tuvo hasta el momento, dato que sin embargo ha sido, y es, frecuentemente omitido. Fueron francotiradoras, pilotas, espías, fabricaron armas y tanques. Estuvieron presentes en todos los ámbitos posibles, en cada zona ocupada y en la retaguardia (Díaz Pimentel, 2017).

 

De hecho, desde las guerras de Atenas y Esparta en el siglo IV a.C., hubo mujeres enroladas en los ejércitos profesionales, podemos recordar incluso el mito de las "amazonas", las "androctonas", de Herodoto que se enfrentaban a héroes como Hércules o Aquiles, que tomaban las armas y luchaban a la par y en contra de los hombres (¿será un mito? ¿o serán nuestras ancestras, que han quedado en el silencio y el olvido para quitarnos junto con ello nuestra conciencia de poder, de fortaleza, de transformación?).

 

Incluso actualmente vemos cómo, por ejemplo, las mujeres han formado las Unidades Femeninas de Protección en el norte de Siria, batallones exclusivamente femeninos que han tomado las armas para luchar por la liberación del pueblo kurdo pero también por la emancipación femenina. Otro ejemplo actual es el de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, donde aproximadamente el 40% de sus combatientes son mujeres (Cockburn, 2007).

 

Esto me lleva a pensar: ¿por qué entonces siempre se ha relacionado a las mujeres con la paz? ¿por qué, incluso, se las ha identificado como símbolo de paz? No todos saben que antes de tomarse el símbolo de la paloma blanca, el que caracterizaba a la paz era la figura de una mujer, ¿no es acaso el esencialismo una forma de violencia, de estereotipo de género?

        

Efectivamente, no se trata de una condición innata en las mujeres. Su asociación se debió principalmente a dos causas: en primer lugar su histórica marginalidad de los ámbitos de poder, de decisiones, de política, de los cuerpos armados, y en segundo lugar la idea inmortalizada de que por el hecho de poder engendrar vida no somos capaces de combatir con las armas (Magallón, 2006). Se trata de un proceso en el que se ha identificado un determinado estado de las cosas como "el orden natural", y se ha transmitido por tantas generaciones que ha logrado tener un alto grado de legitimación social, incluso penetrando en el inconsciente colectivo, junto con muchos otros valores y características que se han ido atribuyendo a uno u otro género, y también jerarquizando unas y otras dando siempre, por supuesto, mayor valor a las que han sido atribuidas a los varones. A muchas mujeres incluso se les negó el derecho de enrolarse en la guerra por ser "cosa de hombres", por ejemplo a la sufragista argentina Julieta Lanteri quien pretendía enrolarse en el ejército para así conseguir el derecho a voto que, de acuerdo a la legislación vigente, dependía de aquel otro. No olvidemos que, con ese mismo pretexto, se nos negó la educación, o luego nuestras correspondientes licencias profesionales, cuestiones que salían del ámbito del hogar, el tradicional y asignado "ámbito femenino" para ingresar en el de "los hombres".

        

Sin embargo, sucede también que, a lo largo de la historia y en distintos lugares del mundo, las mujeres hemos prestado un especial interés a las cuestiones de la guerra y la paz, mucho más que el que ponen los varones. Hemos tenido experiencias diferenciadas y específicas durante los conflictos armados dominados (y decididos) por hombres, hemos sido botines de guerra, torturadas, violadas, raptadas con fines de explotación sexual o laboral, incluso víctimas de las propias ONGs que se sitúan en el lugar para ofrecer ayuda; y es así que hemos adoptado posturas más creativas y críticas respecto de los mismos.

 

2.- Estrategias no violentas. El caso de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo.

 


El 24 de marzo de 1976 se produjo un golpe de Estado que derrocó al gobierno de Isabel Perón, pasando a ocupar el poder la Junta compuesta por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti.

        

Inmediatamente se puso en marcha el operativo contra la subversión, y en virtud del mismo fueron "desaparecidas", asesinadas y torturadas 30.000 personas. Si bien hoy por hoy disponemos de esta información y tenemos mayor certeza sobre los hechos, que continúan siendo juzgados, en aquel tiempo las madres lo único que sabían es que sus hijos e hijas eran arrancados/as de sus camas por la noche o interceptados/as por la calle, subidos/as a un auto, sin volver a aparecer. Esta figura era muy favorable para los autores, ya que al no haber cuerpo no se podía juzgar una tortura o un homicidio, y a su vez se jugaba con la teoría de que "eran personas peligrosas que habían decidido fugarse", en palabras del mismo Videla "no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido, frente a eso no podemos hacer nada."

 

Al no obtener respuesta de la policía ni de los políticos, aquellas madres desesperadas se dirigieron a la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, a exigir respuestas. Como en aquellos momentos el derecho de reunión estaba suspendido, y la policía las obligó a circular, las mujeres empezaron a dar vueltas alrededor de la pirámide de la plaza. Al principio eran unas pocas, "unas locas, que ya se cansarían y se irían", pero no se cansaron y no se fueron, sino que cada vez fueron más, incluso empezando a concentrarse en otras provincias argentinas.

 

Pronto estas mujeres comenzaron a darse cuenta de que sus hijas o nueras que estaban embarazadas debían haber parido, o estarían por hacerlo, y entonces por razones de logística se dividen en dos grupos: las Madres que buscaban a sus hijos e hijas desaparecidos/as, y las Abuelas que buscaban a sus nietos y nietas. En este último caso siendo una tarea mucho más difícil porque muchas veces no se sabía el sexo del bebé, si había nacido vivo o no, etc. Existía entonces también un procedimiento de apropiación de menores, que se realizó de diferentes maneras: algunos fueron secuestrados junto a sus padres;  otros  nacieron  durante  el cautiverio de sus madres, a las que luego asesinaban. La gran mayoría de los niños eran entregados a familias de las fuerzas armadas o de seguridad, o a otras relacionadas con ellos. Eran inscriptos como hijos biológicos de los apropiadores, dejados en conventos o casa-cunas sin nombre, vendidos o simulando una adopción legal, para lo que era necesaria e indispensable la complicidad de jueces, médicos y funcionarios públicos. De esa manera, les quitaron su identidad, y les negaron vivir con sus familias.

 

Recurriendo a su creatividad, la misma con la que empezaron en 1977, se reunían en cafeterías simulando cumpleaños o reuniones de amigas, donde nadie sospecharía de un grupo de señoras. Por debajo de la mesa se pasaban papeles con información que recopilaban de voces de vecinos o gente que se acercaba a colaborar. Sin embargo, muchas veces esta información no era veraz, por lo que había que corroborarla, incluso era peligroso porque se prestaba para que actuara algún infiltrado de los servicios de inteligencia, lo que de hecho ocurrió, resultando desaparecidas doce personas, entre ellas las fundadoras Azucena Villaflor, Mary Ponce de Blanco y Esther Ballestrino de Careaga (Santesteban, 2007).

 

A pesar de estos hechos, y de lo difícil de la tarea, las Madres y Abuelas nunca abandonaron sus métodos pacíficos: se manifestaban todos los jueves en la plaza con sus pañuelos blancos, seguían reuniendo información y tejiendo redes que les permitieran dar con el paradero de sus seres queridos.

 

Con el correr del tiempo, el pasar de los meses y años de tortura en los que vivía la Argentina, las denuncias realizadas empezaron a tomar entidad, y así fue cómo en el año 1979 el país recibió la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Declara Graciela Fernández Meijide -política y activista argentina, integrante de la Asamblea Permanente por los DDHH- para el periódico Página 12: "Cuando supimos que la comisión venía a la Argentina nuestra angustia más grande era si la gente se presentaría a efectuar las denuncias. Cuando vimos la cola de dos o tres cuadras que se formaba en Avenida de Mayo al 700, donde funcionaba la CIDH, supimos que la visita había sido un éxito" (Bruschtein, 1999).

 


Por primera vez se consiguió que un organismo internacional comunicara las denuncias por violaciones a los derechos humanos que estaban teniendo lugar, recibiendo de las propias manos de los organismos de derechos humanos, encabezados por la Asamblea Permanente, un listado de las personas desaparecidas hasta el momento, todo gracias a la iniciativa del movimiento de mujeres y, principalmente, del accionar de Emilio Mignone, padre de Mónica, desaparecida con 24 años, quien decidió dirigirse a los organismos internacionales ante la falta de respuesta de las autoridades argentinas (Bertoia, 2019). Antes de partir, la Comisión entregó una serie de recomendaciones a Jorge Rafael Videla, y en 1980 presentó un informe donde se responsabilizó a la dictadura argentina por las violaciones a los derechos humanos.

 

El accionar de las Madres y Abuelas no solo trajo consigo la presión y el declive de la Junta Militar, sino que también tuvo incidencia en el mundo de la ciencia. Esto es así porque, una vez que empezaron a recuperar a sus nietos y nietas, había que probar de forma indubitable el vínculo familiar ante el juzgado, pero el problema es que los padres y madres no estaban. Las abuelas empezaron a recorrer universidades de todo el mundo a través de sus conocidos para intentar averiguar si era posible realizar una prueba de "paternidad" pero con relación a los abuelos. En la Universidad de Cornell, EEUU, dieron con un científico genetista argentino que había tenido que exiliarse años atrás, y que les dio una esperanza. Dentro de su equipo de trabajo estaba la médica Mary Clair King. Ella señaló para una entrevista con el periódico español El País en el año 2015: "El mayor problema científico planteado por las Abuelas era la forma de obtener una prueba definitiva de la identidad de un niño, dado que los padres estaban desaparecidos y presuntamente muertos. Este problema era mucho más difícil que las pruebas de paternidad, sobre todo en la década de 1980, antes de la prueba de ADN moderno". Como resultado lograron el descubrimiento del llamado "adn mitocondrial", con una eficacia del 99,9%, con lo cual el problema estuvo solucionado. Sin embargo, recién en 1983, con la vuelta a la democracia, la justicia comenzó a admitir el análisis como prueba válida. La primera nieta recuperada a través de este descubrimiento fue Paula Eva Logares (Fraga, 2018, p. 1).

 

Gracias a los documentos de las Abuelas y a la eficacia del mencionado análisis genético, en 1980 se incentivó la creación de un banco de datos genéticos para facilitar su futura comparación. El mismo fue finalmente creado en 1987, y en el se almacenan muestras de ADN de los familiares de desaparecidos durante la última dictadura militar.

 

Al día de la fecha han logrado el declive de la dictadura militar, publicidad internacional de lo que estaba sucediendo en el país, la restitución de 130 nietos y nietas, el juzgamiento y condena de represores y cómplices.

 

- Conclusión.

 

Como hemos visto, las asociaciones de Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo han utilizado siempre estrategias no violentas: marchas, carteles, fotos, el simbolismo del color blanco, sus redes de contactos, su permanente creatividad, tareas de hormigas que poco a poco pero con firmeza lograron increíbles resultados, y hasta el día de hoy siguen participando en las causas por la defensa de los derechos humanos. No cambiaron su postura ni ante la indiferencia del resto, ni ante la violencia que muchas veces se dirigía (y se dirige) hacia ellas, ni siquiera ante la muerte y la desesperación.

 

En 2014, Navi Pillay - Alta Comisionada de la ONU por los DDHH- declaró que "El coraje, la perseverancia y la determinación que las abuelas de niños desaparecidos en Argentina han demostrado en las última tres décadas continúa inspirando a los defensores de derechos humanos en todo el mundo" (Noticias ONU, 2014). En efecto, se requería mucho valor para enfrentar a una junta militar que funcionaba a través del terror que infundía en su población. Pero actuaron valerosamente y unidas, cuando solo eran un pequeño grupo de mujeres. Su determinación y su tenacidad atrajo cada vez a más personas, a las que impulsaron y empoderaron para que denuncien, para que no callen, para que no tengan miedo, logrando impresionantes resultados, inimaginables sobre todo por quienes las habían subestimado. ¿No es acaso el mismo discurso patriarcal que se nos relata una y otra vez? Que no intentemos nada porque podemos lograr nada, porque no valemos lo suficiente, porque no tenemos lo que hay que tener, porque somos simplemente un montón de locas. ¿No será entonces que saben de qué somos capaces e intentan aplacarnos para que no seamos conscientes de nuestro poder? En ese caso lamento decir que el plan macabro ha fracasado, y sigue fracasando, porque somos miles haciéndonos escuchar por todo el mundo, esta nueva ola que suma en su seno la fuerza de las anteriores.

 

Al igual que ellas otros movimientos de mujeres alrededor del mundo, incluso tomándolas como referentes, han luchado por la reivindicación de los derechos humanos (Ruta de mujeres por la paz de Colombia, el Comité de Madres de desaparecidos en Salvador), por el fin de las guerras (Bat Shalom y Mujeres de Negro en Israel y Palestina, Manos que cruzan la Línea en Chipre), contra el armamento nuclear (Greenham Common en Reino Unido), por el derecho al aborto legal en América Latina, contra la violencia machista (Ni Una Menos), etc.

 

No siempre se han adoptado o se adoptan acciones pacíficas, muchas veces se toman acciones directas, violentas, muchas otras también las mujeres participamos directamente en los conflictos armados, incluso hemos decidido el inicio de los mismos (como el caso de Margaret Thatcher) porque, como también explicamos, el pacifismo es una decisión, una construcción, y no algo esencial e inherente al género. Pero hay una verdad innegable: las mujeres, debido a nuestra experiencia especifica en un mundo de hombres, hemos tomado siempre la iniciativa y el protagonismo hacia la paz en mayor medida que los varones. Creo que en este sentido la igualdad no se conseguirá uniéndonos a sus comportamientos violentos, sino proyectando nuestras iniciativas pacíficas creativas, desde el amor, desde los cuidados, desde el sostenimiento de la vida.

 

Simone de Beauvoir decía "no se nace mujer, se llega a serlo", en este caso pienso que si no nacimos pacíficas y llegamos a serlo, los demás también pueden. Es difícil dados los tiempos que corren, la violencia nos rodea constantemente, y depende de una multiplicidad de factores la postura que decidamos o podamos adoptar, pero creo que este es el momento de empezar a plantar nuestras semillas o, mejor dicho, de replantar las que nos dejaron nuestras abuelas.

 

"Each time a woman has the courage to act and share the truth, she plants wonderful seeds. Each such seed offers freedom and power to those around her, and in this way they bring the world closer together and closer to peace" (Jodie Evans)

 

- Bibliografía.

 

● Magallón, C. (2006c). Mujeres en pie de paz. Madrid, España: Siglo XXI.

 

● Sánchez Borroy, A. (2015, 5 diciembre). "El pacifismo es hijo del  feminismo".

 

● Díaz Pimentel, C. (2017, 23 noviembre). Historia | Las mujeres fueron decisivas en la Segunda Guerra Mundial | noticia | Segunda Guerra Mundial | Mund.

 

● Cockburn, C. (2007). From where we stand. Barcelona, España: Icaria.

 

● Ramírez, M. I. (2016). El feminismo y el pacifismo en tiempos de la Gran Guerra europea (1914-1918)

 

● Madres de Plaza de Mayo. (2019, 11 noviembre). Asociación Madres de Plaza de Mayo.

 

● Abuelas de Plaza de Mayo. (s.f.). Historia | Las Abuelas | Abuelas de Plaza de Mayo.

 

● Bruschtein, L. (1999). Página/12. Recuperado 22 diciembre, 2019, de https://www.pagina12.com.ar/1999/99-08/99-08-29/pag17.htm

 

● Santesteban, I. (2007). A 30 años del secuestro y muerte de Azucena Villaflor | IADE [revista].

 

● Bertoia, L. (2019, 27 agosto). LA CIDH EN LA ARGENTINA [revista].

 

● Fraga, S. (2018, 24 marzo). Índice de abuelidad: cómo las Abuelas de Plaza de Mayo influyeron en la genética moderna. Conclusión.

 

● Noticias ONU. (2014, 8 agosto).