La exclusión de las mujeres de los centros de poder en 'Mujeres y poder. Un manifiesto' de Mary Beard

Reseña de Mujeres y poder. Un manifiesto, de Mary Beard




Por Nuria Ferreiro:

Graduada en Bellas Artes por la Universidad de Vigo

y estudiando su segundo Máster en la Universidad de Granada,

apuesta por crear e investigar aplicando la perspectiva de género.

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- Introducción.

 

Leer este conciso ensayo o manifiesto es amargamente revelador, al tiempo que se trata de una de las mejores maneras de iniciarse en el análisis y la reflexión sobre el agenciamiento del poder por parte de las mujeres. Arroja luz, entre otras cosas, sobre cómo hemos sido boicoteadas al hablar en público desde épocas inmemorables.

 

En apenas cien páginas se nos invita a seguir cuestionando nuestros propios marcos de pensamiento y a repensar aspectos misóginos como mecanismos profundamente intrincados en la cultura occidental durante varios milenios. Con un ritmo frenético, conecta nuestra realidad contemporánea con diversos escritos clásicos y referencias grecorromanas.

 

Se asientan las bases para examinar los cimientos sobre los que se ha instalado un sistema en el que se ensalza todo lo que se asocia a lo masculino, mientras se desprecia lo considerado como femenino. En este sentido, resulta muy potente la mirada hacia la antigüedad para releer su trascendencia y evolución hasta la actualidad.

 

La lectura es ligera, de cabecera, lúcida, con píldoras de humor sarcástico y una pizca de anécdotas de la propia autora para introducirte en materia. Es igualmente urgente, ya que se tratan temas que normalmente surgen en debates sobre machismo, sexismo y roles de género pero que están bajo el tapete; por lo que a cada quien le puede resultar útil para ir confeccionando su argumentario feminista mientras se va deconstruyendo.

 

1.- El libro.


Portada del libro 'Mujeres y poder'

 

Este libro contiene dos conferencias, “La voz pública de las mujeres” y “Mujeres en el ejercicio del poder”, pronunciadas en 2014 y 2017 respectivamente. Nace con el propósito de condensar y pulir ambos discursos en un sólo texto, en el cual la escritora realiza un recorrido histórico para dar cuenta de cómo se ha tratado la voluntad de las mujeres en la esfera pública y política.


Ambos coloquios se encuentran enmarcados por un prefacio y epílogo. Por una parte, en el prefacio, la autora genera una mayor cercanía introduciéndonos directamente a través de un ejemplo cuya protagonista es la figura de su propia madre. En él, se alude a las connotaciones que tiene el ascenso al poder político de una mujer como Margaret Thatcher. Este desafiante acercamiento continúa cuando puntualiza que su madre se siente desconcertada ante metáforas como "techo de cristal", aunque sepa en qué consiste exactamente por experiencias vivenciales al respecto. El hecho de que Beard piense en cómo su madre le explicaría de una forma sencilla lo que a millones de mujeres trata de explicar ella, es potente y enriquecedor.

 

Por otro lado, en el epílogo la autora reflexiona sobre el libro en sí mismo y hace autocrítica. Declara que se ha resistido a hacer cambios drásticos, a desarrollar más algunas ideas o a introducir nuevos temas pese al tiempo que ha transcurrido. En un ejercicio de honestidad, se pone a sí misma deberes de cara a un futuro y dice querer ahondar o abordar con una mayor profundidad todo aquello que se le ha quedado en el tintero. Entre otras cosas, señala el concepto de "liderazgo" que hoy en día se considera clave para el éxito y cómo normalmente se asocia a lo masculino o el hecho de reivindicar el derecho de las mujeres a equivocarse.

 

Asimismo, interpela expresamente a quienes la leen para decir que si se requieren ejemplos actualizados es posible hallarlos digitalmente de forma habitual del mismo modo que lo sugiere el ciberfeminismo y otras autoras feministas. A su vez, conecta ininterrumpidamente pasado y presente volviendo a la Odisea de Homero para ayudar a arrojar luz sobre lo que sucede hoy advirtiendo de que, respecto al silenciamiento de las mujeres, la cultura occidental lleva miles de años de práctica.

 

Beard realiza un itinerario para mostrar cómo se ha evitado que a las mujeres se las tome en cuenta y cómo se las ha excluido, algunas veces de una manera muy literal, de los centros de poder. Igualmente, narra cómo esto se encuentra fuertemente insertado en un sistema social donde el hombre se ha situado en la cima. Para ello, realiza un repaso por diversas obras históricas y artísticas donde se pone de relieve el alarmante sexismo que nos muestran, sobre todo, en el ámbito público. Ahí, es precisamente donde se crea el debate, el discurso y el comentario en un sentido mucho más amplio.

 

2.- La autora.


Mary Beard fotografiada por Antonio Heredia


Mary Beard nació en Much Wenlock (Reino Unido) en 1955. Es catedrática de Estudios Clásicos en la Universidad de Cambridge, integrante del Newnham College y profesora de Literatura Antigua de la Royal Academy of Arts. Ha redactado y publicado numerosos libros y artículos, incluyendo Pompeii: Life of a Roman Town, con el que ganó el Premio de Historia Wolfson. A su vez, ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, en el año 2016, entre otros numerosos premios y reconocimientos internacionales.


Entre sus libros publicados, también se incluyen: La herencia viva de los clásicos (2013); SPQR. Una historia de la antigua Roma (2016); Mujeres y poder (2018); La civilización en la mirada (2019) y Doce césares (2021); todos ellos publicados en Crítica. Igualmente, es una voz más que autorizada que reflexiona sobre la antigüedad y la actualidad en The Times Library Supplement escribiendo en el apartado «A Don´s Life». Hay que mencionar, además, que es miembro de la Academia Británica y de la Academia Americana de Artes y Ciencias.

 

Así como una entusiasta y rigurosa historiadora, es una fiel y notoria defensora de los derechos de las mujeres. Su lucha se ha centrado en denunciar las estrategias del patriarcado para la invisibilización. Esto, se revela a través de su habitual discurso feminista y de los ensayos que le ha dedicado al tema. Ha sido denominada como "la clasicista más conocida de Gran Bretaña" y sus ponencias dan la vuelta al mundo en forma de motores de discusión y reflexión.

 

Además de ser reconocida en el mundo académico, es una referente en las redes sociales, cuenta con más de 320.000 seguidores/as en Twitter y 25'9 mil segudores/as en Instagram. Así, se ha convertido en una personalidad famosa en Reino Unido que se enfrenta abiertamente a los acosadores de Internet. Con frecuencia, ha participado en la radio y la televisión inglesas haciendo una honorable labor de divulgación así como de acercamiento de la tradición grecolatina y del mundo clásico a una audiencia amplia.

 

Como muchas otras mujeres que intervienen y se expresan públicamente, ha sido igualmente diana de ataques nada sosegados por compartir su conocimiento o expresar su opinión: desde desprecios hacia su aspecto físico, hasta graves amenazas. En numerosas ocasiones ha sufrido críticas despiadadas en las redes sociales e incluso en los periódicos por, concretamente, aparecer en los medios con su característica melena blanca. Beard no duda en responder, prueba de ello es que The New Yorker la haya bautizado como "la asesina de troles" que, consciente o inconscientemente, lo que persiguen es el viejo objetivo de acallar y desprestigiar a las mujeres.

 

3.- Temas principales del ensayo.

 

Considero que esta obra de Beard sale a la luz en un momento ideal para su recepción, en uno de gran efervescencia feminista. Merece que se le preste atención por su carga crítica hacia las bases culturales occidentales, destacando los mitos y las leyendas, de las que proceden percepciones actuales sobre la concepción de las mujeres en las distintas dimensiones del poder. A continuación, se tratarán de examinar las ideas principales que la autora trata de exponer en las dos partes que componen el escrito.

 

3.1.- La voz pública de las mujeres.


Skyphos del siglo V a.C. que muestra a
Penélope sentada junto a su telar
y a Telémaco de pie frente a ella

 

El objetivo de la primera parte de la obra es el de plantear la cuestión de la “voz de autoridad” y propiciar una reflexión alrededor de ella para ver cómo esta le ha sido negada a las mujeres. Beard comienza partiendo del silenciamiento femenino en la Odisea de Homero, partiendo del ejemplo en el que Telémaco manda callar a su madre Penélope y le ordena volver a los quehaceres del hogar. Como clasicista y experta en los escritos de la Antigüedad, la autora se remonta igualmente a un antólogo romano del siglo I d.C. para evidenciar que solo pudo recopilar tres ejemplos de mujeres cuya condición natural no consiguió acallarlas en el foro.


La primera de ellas sería Mesia y su "voz de autoridad" se explica y se asocia con su androginia. La segunda, Afrania, se percibe como una persona que va más allá de lo humano y no se concibe como tal. La tercera, Hortensia, tiene voz gracias a las circunstancias extremas en las que se encuentra inscrita y a que defiende intereses sectoriales y no del conjunto de la población. La autora menciona además que como excepción a las mujeres se les otorga permiso para hablar en público si son mártires, víctimas, si hablan para defender el hogar, a su descendencia, a sus maridos o a sus particulares intereses permitidos.


Esto nos ayuda a señalar la urgencia de repensar los temas sobre los cuales “podrían” hablar las mujeres, es decir, cuando es que son escuchadas. Lo que no puede ser, es que el discurso público y la oratoria sean consideradas como prácticas y habilidades exclusivamente masculinas. Beard señala que en el mundo clásico y en la literatura antigua, dichas competencias, junto con la voz grave, eran un atributo definitorio de masculinidad. De hecho, según un tratado científico de la Antigüedad, una voz grave indicaba valor masculino y una voz aguda cobardía femenina. Por consiguiente y por definición, una mujer que hablase en público simplemente no era una mujer.


Sojourner Truth
en una impresión de 1864
que incluye sus palabras
«Vendo la sombra
para apoyar la sustancia»


Esto sirve a Beard para reivindicar la voz de las mujeres en la política actual. Para ello, empieza puntualizando que «la cultura occidental no se lo debe todo a los griegos y a los romanos, ni en lo relativo al discurso ni en ningún otro aspecto» puesto que «confluyen en nosotros toda clase de influencias diferentes y encontradas» (Beard, 2018, p.30). Aquí, vuelve a recalcar la cuestión del género diciendo que la norma es que «las mujeres que reclaman una voz pública son tratadas como especímenes andróginos» (Beard, 2018, p.31). Así pues, añade el ejemplo del discurso ¿Acaso no soy una mujer? de Sojourner Truth (1851) y evidencia cómo el discurso ha estado encasillado en hablar en nombre de las mujeres, algo que no es menor, durante siglos y siglos.


Las palabras importan, sobre todo cuando su objetivo es restar fuerza, ¿humor? o autoridad. Cuando una mujer defiende su posición o un punto de vista controversial, se dice que es «estridente»; «lloriquea» o «gimotea» (Beard, 2018, p.38). No es que se esté en desacuerdo, es que se interpreta como una señal de estupidez o de ignorancia y la reacción es alarmantemente hostil provocando, más allá de una crítica, enfado. Físicamente y de la misma manera, existe una vinculación entre la voz grave y las arrugas expresivas como algo positivo si es advertido como masculino; mientras se convierte en negativo si lo es como femenino.

 

Poco importa la línea que cruce una mujer, si se aventura en algún terreno considerado tradicionalmente como masculino el abuso llega de una forma u otra. Para ser más conscientes de los procesos y prejuicios que desembocan en el silenciamiento, irónicamente a veces se recomienda precisamente lo que buscan, «no desafiéis a los agresores, no les prestéis atención porque eso es justo lo que quieren. Guardad silencio y "bloqueadlos"» (Beard, 2018, p.45). Dicho esto, cabe preguntarse, ¿cómo formar parte de la discusión? o ¿cómo consigo que mi punto de vista se escuche?. Aquí es necesario señalar un lugar común compartido por todas las mujeres, la experiencia clásica de la intervención fallida. El efecto es el de la neutralización del habla, después de articular palabra es como si no se hubiese dicho nada y la conversación sigue donde se había quedado anteriormente.

 

Quienes consiguen alzar la voz, a menudo adoptan la vía de la «androginia», apunta la autora. Por ejemplo, Margaret Thatcher se entrenó a sí misma para bajar el timbre de voz y ganar así una supuesta autoridad de la que sus asesores pensaban que carecía. A mi parecer, la androginia puede ser beneficiosa y provocar incluso una ruptura con la conjetura del rol de género. Sin embargo, cuando se imitan conscientemente aspectos de la retórica masculina pensando que serán mejores que los considerados femeninos no se da el caso. En esta misma línea apunta Beard, diciendo que la solución pasa por analizar las fallas y fracturas que subyacen en el discurso masculino dominante. No camuflar lo presuntamente femenino e insistir en que se respete en igualdad de condiciones sosteniéndolo en el tiempo, es fundamental.

 

Trabajo de la humorista gráfica Riana Duncan donde se puede leer:
«Es una excelente propuesta, señorita Triggs.
Quizás alguno de los hombres aquí presentes quiera hacerla»

3.2.- Mujeres en el ejercicio del poder.

Esta segunda parte de la obra profundiza en la índole de la autoridad hablada, en su consistencia y en cómo hemos aprendido a escuchar a la autoridad. Esto enlaza con la permanencia de un imaginario social masculino vinculado con el poder de todo tipo. Beard determina que si cerramos los ojos y conjuramos la imagen de alguien que ocupe una presidencia, frecuentemente quien nos imaginemos tendrá tintes masculinos. Por esta razón, es muy difícil pensar en las mujeres como líderes, ya que se establece que «la debilidad es inherente al género femenino» (Beard, 2018, p.60). Además añade que es habitual pensar que las mujeres que ocupan cargos de poder, hablando del político, están derribando barreras o apropiándose de algo a lo que no tienen derecho.


Así pues, Beard se remite a los mitos griegos, donde se nos ofrecen ejemplos de mujeres inolvidables como Medea, Clitemnestra y Antígona que, lejos de ser modelos a seguir, en su mayoría se presentan como usurpadoras y no usuarias del poder. Poco protofeminismo, por más que retrocedamos existe una separación radical —real, cultural e imaginaria— entre el poder y las mujeres.


Dilma Rousseff
fotografiada por Gustavo Miranda
mientras observa el cuadro
'La cabeza de Medusa' de Caravaggio

 

En este sentido, la cabeza de Medusa, una de las tres hermanas míticas conocidas como las Gorgonas, Beard la entiende como uno de los más antiguos símbolos de oposición a la posibilidad de gobierno por parte de las mujeres que perdura en la actualidad. Como ejemplos cita la superposición de los rasgos de Ángela Merkel a La cabeza de Medusa de Caravaggio, a Dilma Rousseff contemplando el cuadro fotografiada como si la pintura fuese su reflejo en el espejo, a la imagen de “Maydusa” y el apodo de “Medusa de Maidenhead” en referencia a Theresa May o la traslación del dúo Perseo-Medusa al de Trump-Clinton durante las elecciones presidenciales estadounidenses del 2016.


Cuando la autora se pregunta cómo restituir la influencia del imaginario social y cultural que aplasta la relación entre las mujeres y el poder, su postura se enfoca hacia la transformación de las estructuras. Es decir, se dirige hacia forjar una independencia más allá de la exclusión. Si no se percibe que las mujeres están dentro de las esferas de poder, quizás sea necesario redefinir el poder y no a las mujeres. Esto pasa por el derecho a ser tomadas en serio, así como por la capacidad para tener un impacto real tanto individual como colectivo.

 

Hay que mencionar, además, que el poder se concibe desde el elitismo. Frecuentemente se asocia con el prestigio público, el carisma individual denominado "liderazgo" o con el nivel de celebridad. De este modo, «no sólo se sitúa a las mujeres fuera del poder, sino que se imagina a las pioneras como supermujeres de éxito a las que sólo unos pocos vestigios de prejuicio masculino les impidieron alcanzar la cima» (Beard, 2018, p.85). No obstante, se trata de pensar el poder como atributo y no como propiedad.

 

- Conclusión.

 

Beard demuestra de manera clara la relación problemática entre la voz de las mujeres, el poder y la esfera de lo público. En consonancia, también aporta soluciones declarando que la creación de guarderías en los lugares de trabajo, los horarios compatibles con la familia, los programas de orientación y toda clase de recursos prácticos son elementos indudablemente integradores.

 

Con gran maestría, intercala mitos clásicos con ejemplos actuales y nos invita a repensarlos. Decididamente, si queremos avanzar, es fundamental lanzar y relanzar a la mesa de debate el tema del arrebatamiento de la palabra a las mujeres para desafiar a quienes lo procuran. La autora no se conforma con describir los sucesos, sino que identifica los puntos discursivos que propician la pervivencia de la desigualdad de género en el poder.

 

Las palabras importan, pueden nombrar y hacer existir o reposicionar. Tienen también la capacidad de situarnos como agentes protagónicos o, por el contrario, en un rol pasivo. Ojalá poder decir adiós para siempre al silenciamiento impuesto a Penélope.

 

- Bibliografía

 

BEARD, M. (2018). Mujeres y poder. Un manifiesto; Barcelona: Crítica.