En virtud de ser mujer

Por María Rico Soriano, de Terapias Pura Vida

Hay una luz inherente a toda oscuridad. Existe para nosotras, una pequeña muerte para cada renacido comienzo, cuando resuenan bien profundo los dictados de la sabiduría de nuestras paredes uterinas. Y se nos invita, de manera natural, a bajar el ritmo frenético del mundo.

Y si el dolor se agolpase a los hombros haciendo notar su peso, puede ser la fórmula que nos haga tocar tierra y entregarnos a la rendición de sentir.

Sentir. Sentir. Sentir.

Ofrecernos unas a otras la pequeñez y la grandeza, sin reparo. La vulnerabilidad que nos encharca las pupilas, que nos eriza la piel, la que nos hace hablar la verdad desnuda de nuestro ser.

Conectar con el corazón... que bombea, expande, contrae... Y no cesa en su impulso de anunciar la vida a cada momento.

Abrazar el dolor cíclico que vuelve para limpiarnos; que nos recuerda que si duele, hay partes que precisan ser cuidadas, observadas con ternura, respiradas con presencia.

Permitirnos sentir la fortaleza y valentía que es ofrecernos desnudándonos el alma en mil remiendos, desanudándonos las corazas y los trajes de miedo.

Hacer del amor un acto, de cuidados.

Dedicar una mirada cómplice al espejo y resignificar el valor y la importancia de la auto-ternura, del auto-sostén. Destronar a la vergüenza, inculcada por una sociedad rancia, que nos impide deleitarnos con la belleza de nuestros cuerpos. Comenzar a habitarnos y explorar las mil posibilidades que somos, hablar con cariño a nuestras partes más sombrías y a acompañarnos en cada inhalación como si de una bocanada de aire se nos llenaran los pulmones de vida.

Porque Mujer;

Es en ti, el sustento universal que alimenta la vida.

Es en ti, la fuerza indómita que rompe paredes.

La fortaleza con que derribar los muros, que contengan al alma.

Están en ti, las alas de fuego que sobrevuelan salvajemente las cenizas.

El agua, el barro y el caldero.

Madre, hija, vieja loba y todas tus hermanas, están en ti.

Porque tú, eres creadora y creación. El árbol de la vida, se cimienta sobre tus raíces.

Y guardas en tu útero, mujer, el lugar sagrado al que volver, para reinventarlo todo.