La perspectiva corrupta de "una mujer cualquiera" en 'Teoría King Kong'

Reseña de Teoría King Kong, de Virginie Despentes



Por Carmen G. Cerdán,

con origen en un histórico pueblo manchego,
en 2015 puso rumbo a Granada para estudiar Medicina
a la par que para cultivar su vertiente más lírica y musical.
Nada más inspirador que un espacio custodiado por la Alhambra,
empapado de la figura de Lorca y velado por el flamenco y la luna.
Allí, actualmente con 22 años, va alcanzando paso a paso el
perfecto equilibrio entre la formación médica y la expresión artística

- Introducción.

 

"No fueron los aviones, fue ella quien mató a la bestia" fueron las palabras de Denham ante el cadáver de Kong. Virginie Despentes sostiene que Ann no eligió matar a la bestia, simplemente se niega a participar en el espectáculo, el espectáculo de hombres y para hombres, donde el papel de la mujer queda históricamente relegado al objeto deseable que sepa seducir y criar a partes iguales. 

 

King Kong está atado con cadenas sólidas, ya que es necesario que aterrorice a las masas, pero sin arrasar con la civilización. El animal, anterior a la obligación de lo binario, representa la desviación: la mujer que se queja de su naturaleza abocada a la opresión, las tendencias promiscuas, la sexualidad defectuosa o invertida, la masturbación, la frustración por la inaccesibilidad al ideal de belleza y cualquier otra condición que ponga en peligro la organización social y la jerarquía de poderes. El eslabón más poderoso de la cadena elige exhibir a la bestia en lugar de ocultarla para que no quepa duda de que la desviación se reprime con resistentes cadenas. 

 

Creen que el terror sembrado con el juego de la exhibición es suficiente para mantener y reproducir el orden, pero Despentes nos demuestra que, aunque con consecuencias algo nefastas, King Kong es más que capaz de vencer esas cadenas. 

 

1.- El libro.

 


En este ensayo autobiográfico, la autora narra en siete capítulos una serie de experiencias personales que enlazan a la perfección con los puntos más controvertidos de la revolución feminista.


Publicado en 2006, recoge un sinuoso análisis sobre las diferentes formas de represión femenina que ella misma experimentó en las últimas décadas del siglo XX. En diversas entrevistas, ella misma se refiere a Teoría King Kong como "manifiesto feminista", algo curioso teniendo en cuenta que está repleto de intimidades. Puede que sea este mismo hecho el que transforme ese conjunto de ideas explosivas en una historia cargada de realidad. Y es precisamente esa realidad la que invita al lector a la empatía, a la charla explícita y por supuesto a la reflexión.

 

En el primer capítulo, tenientas corruptas, presenta la obra de manera polémica y tajante dejando claro que todas las mujeres, las ajustadas al estereotipo y las más alejadas de los atributos femeninos, caben en su obra y en el feminismo. En los capítulos centrales aborda temas tan dispares como la dicotomía de los roles de género, la violación, la prostitución y la pornografía, analizando las diferentes etapas de su vida marcadas por estas cuestiones. En King Kong girl, recopila los datos y expone la teoría de la que habla el título, y en el capítulo final, buena suerte, chicas, se compone el cierre del marco teórico de la obra.

 

Por tanto, sí es cierto que "manifiesta" la presión insana a la que está sometida en todos los ámbitos y escenarios el género femenino, pero, lejos de insistir en la necesidad urgente de grandes cambios socioculturales, se limita a desearnos "buena suerte, chicas, y mejor viaje".

 

2.- La autora.

 


Virginie Despentes (Virginie Daget) nació en 1969 en Nancy, Francia. Ella misma se define como "excluida del mercado de la buena chica", y muchos periodistas le dan inintencionadamente la razón cuando la describen como "feminista, lesbiana, exprostituta, novelista y con un lenguaje excesivamente lascivo". 

 

Con 25 años publica Fóllame, una novela indiscutiblemente provocadora que más tarde encontrará un hueco en el mundo del cine, llegando a superar la corrosiva censura. Tras este agridulce (anti)éxito y tras pasar por Bye Bye Blondie y Teen Spirit, vuelca todo su empeño en impregnar su próximo libro, Teoría King Kong, de toda la crudeza de su realidad. Con Vernon Subutex, publicado en 2015, llega a la cumbre de su camino literario. 

 

Previamente a su éxito como escritora, se ganó la vida con trabajos precarios como vendedora, cantante de rap, prostituta o crítica de cine pornográfico. Estas dos últimas ocupaciones servirán de base para que en Teoría King Kong a través de diversas reflexiones salga a la luz su postura al respecto, probablemente desde una perspectiva incompleta. Esto se debe a que su lugar de trabajo se percibía perfectamente organizado a través de la red de internet y siempre había alta demanda, por lo que, para una joven ingenua con sed de dinero fácil, resultaba bastante sencillo el trabajo "autónomo".

 

Otro hito destacable en la adolescencia y temprana adultez de Virginie Despentes es la pertenencia a la cultura Punk. Esto conllevaba la incorporación de ciertos códigos de lenguaje, comportamiento y vestimenta que, al igual que el porno y la prostitución, quedan marcados para la autora como armas de empoderamiento femenino. 

 

A día de hoy reside en París y es considerada una de las representantes de las nuevas generaciones feministas francesas. Su discurso, crítico y tajante, servirá de apoyo para articular teorías de género, de sexo e incluso de clase.

 

3.- Principales temas del ensayo.

 

3.1.- Los deberes conyugales como escenario sobre el que se desarrollan y perpetúan los roles de dominante-dominado/a.

 

En los años 70 se hablaba de revolución sexual con la misma facilidad que de revolución feminista. Con la primera se referían a la valentía de esos pocos que se atrevían a ondear la bandera de colores en la calle, la bandera de lo que siempre ha sido "desviación sexual"; con la segunda se referían al "vale, trabajad, pero la casa y los niños también". 

 

No es difícil adivinar qué género adopta en el ámbito doméstico y social el rol de dominado: nos piden que trabajemos como si no tuviéramos hijos y que tengamos hijos como si no trabajáramos. Eso es algo que está tremendamente normalizado, esa responsabilidad intrínseca de ocuparse de todos los aspectos de la vida que tienen que ver con los cuidados: el compromiso con los más ancianos y con los más pequeños, el compromiso con el delantal y con el trapo, y el compromiso con la actitud sumiso-seductora. Para muchas y muchos, cumplir con esa responsabilidad intrínseca a la vez que se desempeña un trabajo remunerado (con lo cual parece que nos hagan un favor) es la clave del éxito. Se romantiza la servidumbre con aportaciones como "es una guerrera" o "ella puede con todo". Claro, no se contempla la alternativa de no poder. Cierto es que ya actualmente existen miles de ejemplos de mujeres que rehúsan de esos compromisos, pero nunca están libres de dar las explicaciones pertinentes sobre el intento de abandono del rol de dominado. 

 

La idea que para mí resulta más interesante en este capítulo es la exposición de la jerarquía de poderes: ambos roles son impuestos. No podemos desatender la presión invalidante que sufre un hombre "poco viril" o "poco competente". Así, se crea una organización de poderes colectiva cuyo orden descendente es: Estado, hombre, mujer, niños, niñas. Por tanto, el hombre, aunque goce de privilegios, no deja de ser un consumidor más. Esto lo resume así nuestra autora: "El cuerpo de las mujeres pertenecía a los hombres; en contrapartida, el cuerpo de los hombres pertenecía a la producción, en tiempos de paz, y al Estado, en tiempos de guerra".

 

Así, considerando a la revolución feminista como único objetivo final, jamás podremos llegar a un lugar libre de cadenas para todos. El verdadero objetivo ideal podría ser utilizar el feminismo como camino hacia un lugar libre de vergüenza, castigo, miedo, exclusión y roles irrenunciables: la revolución de los géneros.

 

3.2.- La violación, ¿problema de quién?

 

Si algo deja claro Despentes en este capítulo es que el concepto violación no es un problema reciente ni específico de psicópatas y militares. A menudo la palabra violación se sustituye por otras más suaves, menos escandalizadoras, que permiten alejar el hecho del problema estructural. Los hombres condenan la violación y piensan que lo que ellos hacen, es otra cosa.

 

Así lo vivió ella cuando tuvo la desgracia de dar con tres violadores mientras hacía auto-stop. Y claro, ¿qué responsabilidad puede pedirse a tres hombres que se encontraron a dos mujeres jóvenes con minifalda en la calle? No había más remedio que asumir que salir de casa era el propio riesgo, y es el propio riesgo. Además, frecuentemente se intenta negar lo innegable con argumentos tan absurdos como "si ha ocurrido, es que ella consentía". ¿Cómo esta sociedad puede llegar al punto de crueldad de considerar tanto el propio hecho como la supervivencia al hecho una prueba de no violación? Actualmente, esta pregunta sigue sin respuesta. 

 

Quizás el símbolo más salvaje de este episodio sea la navaja olvidada en el bolsillo de Virginie Despentes durante la violación. Una navaja silenciada, siendo tan espectadora y víctima como ella misma, deseando no ser encontrada por poder desencadenar una sentencia de muerte. No se le dio la oportunidad de ejercer su función y todavía habrá quien considere este símbolo como otra prueba más de no violación.

 

Una reacción social común es desear a la víctima una pronta recuperación. Como si fuera a olvidarse de ello un día cualquiera o como si fuera a dejar de estar marcada física y mentalmente de por vida. Algo que me llama la atención es la falta de espacios en los que se acepta hablar de ello. Nunca es buen momento, pero en caso de que la víctima se anime a hacerlo utilizando un tono poco alterado, se descalifica su dolor por no presentarlo como trauma.  

 

Este sistema de reservar el diálogo exclusivamente para el profesional de la salud mental permite que el hecho se quede a vivir en la sombra, siempre con la víctima: "Guarda eso en tu fuero interior", así procrastinamos indefinidamente su contención. Triple condena: la propia vivencia, el aprender a "vivir con" y la marca irreversible de mercancía sexualmente deteriorada.

 

3.3.- Prostitución: una forma más de esclavitud laboral.

 

La postura de Despentes en esta cuestión puede percibirse como regulacionista, lo cual es sin duda lo más juzgado por los críticos. En mi opinión, aunque descuide la necesidad económica como principal motivo y no defienda la abolición de la profesión, plantea cuestiones sobre estigmas y denigración muy pertinentes en relación con su experiencia: ¿no es acaso también el contrato matrimonial abusivo y denigrante, a veces incluso más que el sexo por dinero?

 

No cabe duda de que habrá multitud de ejemplos de mujeres que ejerzan la prostitución por voluntad propia, como búsqueda de dinero fácil e incluso por morbo, pero no podemos obviar todas aquellas partes del mundo donde la trata de mujeres es hoy una realidad. El capítulo deja de lado a las mujeres que trabajan para alguien, las que literalmente no tienen otra opción e incluso las que no cobran. Por todas ellas, que no son un porcentaje pequeño, y a pesar de que su prohibición perjudique a las más débiles, no considero la regulación la opción más feminista.


Aun así, no deja de pisar con fuerza la idea del contrato matrimonial tan o más abusivo que el contrato sexual. Cierto es que cada vez se contraen menos matrimonios forzados, convenidos o resignados. Pero no olvidemos que esta realidad sí era evidente en las últimas décadas del siglo pasado y que esos matrimonios siguen hoy vigentes. ¿Quién les explica a estas señoras de 80, 70, 60 e incluso 50 años que el deber conyugal que llevan ejerciendo durante prácticamente toda su vida no está justificado? ¿Que eso de "consentir" múltiples encuentros sexuales vacíos, unidireccionales y oportunistas no era su deber? ¿Que lo de renunciar a trabajar, llevar toda su vida a la sombra de su marido y desvivirse por la casa y la obligada descendencia es hoy en día subsanable?

 

Es por todo esto que comprendo la comparación que plantea Despentes, puesto que una prostituta que trabaja por cuenta propia puede irse a su casa tras el encuentro; una mujer que está inconscientemente sometida por su marido en este sistema machista y patriarcal ya está en su casa, y el único sitio al que le queda irse es a la resignación.

 

Por último, es pertinente recordar que vivimos en una realidad repleta de trabajos esclavizantes donde inevitablemente salen perdiendo los más débiles: turnos imperecederos, condiciones inhumanas y salarios ridículos. La prostitución, aunque con controvertidas connotaciones, innegablemente cabe dentro de este saco.

 

3.4.- ¿Cabe el feminismo en la industria pornográfica?

 

Desde sus comienzos hasta hoy, se sabe que el porno está hecho para consumo masculino y exhibición femenina.  Ahora bien, ¿es esta exhibición humillante? ¿Por qué exactamente la mujer que "se deja" penetrar (imagen mayoritaria) y presenta actitud codiciosa es humillada y el hombre que penetra y presenta la misma actitud es revalorizado? ¿Es legítimo que exijamos la censura por la idealización descabellada de la escena sexual cuando sabemos que el contenido pornográfico forma parte del cine?

 

Nuestra autora no comparte la idea extendida de que el sexo daña la integridad y dignidad de la mujer. Perpetuar esa concepción solo da la razón a las históricas teorías que afirman que el hombre es una bomba sexual repleta de testosterona y la mujer no posee libido suficiente como para iniciar un encuentro. Disfruta, sí, pero solo cómo y cuándo el hombre quiera. En mi opinión, para que la industria del porno funcione y avance al mismo tiempo que el feminismo, es urgentemente necesario reforzar la idea de que la mujer es sexualmente autosuficiente, de que no necesita un elemento fálico para obtener placer y mucho menos un hombre más experimentado que ella. El sexo, para la mujer, también es placer, no vergüenza ni humillación. 

 

En cuanto a los estándares y expectativas que nos presenta, serían posiblemente subsanables si se acompañaran de una educación sexual temprana e integral, algo que todavía está demasiado lejos de las aulas. El porno cuenta con actores, que son socialmente revalorizados (entre otras cosas por el tamaño de sus penes) y actrices, que son relegadas a un estatus de mujer indigna y mala madre. ¿No sería más coherente admitir que la dignidad a esas mujeres se la quita nuestro machismo inherente y no el hecho de ser penetrada y exhibida? 

 

Así, el discurso antipornográfico presenta lagunas a la hora de definir quién es la víctima o de posibilitar una alternativa menos ficticia. La víctima es todo aquel al que la ingenuidad le permite pensar que sus encuentros sexuales se asemejarán a los de la pantalla; y la única alternativa menos ficticia, aparte de la extensión de la categoría amateur (cada vez menos amateur), es conseguir que esta industria progrese al mismo tiempo que el feminismo, la educación sexual y la disolución de tabúes. 

 

3.5.- Lenguaje iconoclasta.

 

La concatenación de ideas que nos presenta Despentes cimentadas en su historia con un lenguaje tan descarnado puede dar lugar a la conclusión precipitada del "odio feroz hacia lo otro", expuesta por varias críticas. Es cierto que el discurso está construido a raíz de la ira acumulada y en ciertos momentos puede llegar a resultar iconoclasta, pero, ¿hasta qué punto es criticable si la opción del discurso pacífico y silencioso es completamente ineficaz? ¿No es justificable su actitud destructiva si solo se nos escucha cuando dinamitamos las bases culturales? Ojalá algún día una mujer segura con voz alzada deje de ser simplemente "una mujer alterada".

 

Otra cuestión destacable del lenguaje es que la crudeza de la narración conduce a la trampa de los tópicos. A lo largo del ensayo se encuentran algunas intervenciones como "Como un hombre si éste tuviera un cuerpo de mujer" o "¿Querer ser un hombre? No me interesa el pene" que pueden llegar a ser dañinos para el colectivo trans. La comunidad trans ha dado pasos de gigante en los últimos años y es relativamente esperable que un libro publicado en 2006 no tenga hueco para ellos, pero no debemos dejar de advertir estos aspectos para tratar de allanar el camino. 

 

Por último, en relación a la expresión, me gustaría hacer especial mención a una cita que percibo acorde a los discursos sociales actuales: "Una artista debería sentirse responsable de lo que muestra". Virginie Despentes confesó en una entrevista que resultó más complicado lidiar con las consecuencias de ser una mujer pública televisiva que una mujer pública sexual. Y es que es sorprendente cómo sentimos la necesidad de juzgar negativamente la belleza, las palabras o los actos de cualquier mujer, ya sea mínimamente conocida (entonces este fenómeno se intensifica) o "una mujer cualquiera". Escritora, cantante, actriz, ministra, panadera, madre o astronauta: la medida en la que cumple con lo que significa ser mujer va primero, y su ocupación y aportaciones positivas, después. Si nosotras tenemos que sentirnos responsables de lo que mostramos, todos (y todas) también tenemos que sentirnos responsables de lo que percibimos, juzgamos y perpetuamos.

 

- Conclusión.

 

En general, me ha parecido una lectura intensa y reflexiva. La narración cronológica en primera persona consigue una experiencia lectora plenamente dinámica y empática. Quizás resulta más interesante la parte central, cuando la autora se centra en sus experiencias, ya que aporta una nueva perspectiva sobre puntos tan controvertidos como la violación, la prostitución y la pornografía. En mi opinión, el análisis más completo lo realiza en el capítulo sobre la pornografía, ya que recoge un amplio planteamiento de causas e implicaciones colaterales. Recomiendo la lectura a todos y todas aquellas dispuestas a desaprender, cuestionar prejuicios y debatir los desafíos patriarcales; a las interesadas en la evolución de la revolución de los géneros y, puesto que el libro no es claramente conclusivo, recomiendo maximizar el equilibrio entre la receptividad y la crítica.

 

Sin duda, aunque no me queda claro si la autora comparte mi conclusión, la revolución feminista no está hecha. "Ser mujer es un festival de limitaciones estériles". La lucha feminista debe basarse en un relevo generacional cada vez más poderoso. Mientras tanto, una de las armas más potentes a la que podemos agarrarnos es la sororidad: experiencias previas comunes, misma lucha, mismo destino. 

 

- Bibliografía.

 

KONIGSBERG, VIRGINIE (2007): Teoría King Kong, Barcelona: Melusina.

 

- Webgrafía.

 

LIJTMAER, LUCÍA (2016, 16 de junio): «Virginie Despentes: "Aunque a las chicas no les interese, el feminismo ha revolucionado su vida"», ElDiario.es. Recuperado de https://www.eldiario.es/cultura/libros/virginie-despentes-hoy-feminismo-revolucionada_1_3955635.html

 

LOSA, JUAN (2018, 14 de febrero): «Entrevista con Virginie Despen-tes: "Cierto feminismo y cierta izquierda han comprado la idea de que el sexo es lo peor"», Público. Recuperado de https://www.publico.es/culturas/entrevista-virginie-despentes-feminismo-izquierda-han-comprado-idea-sexo-peor.html