De lo que necesita una mujer para escribir en 'Una habitación propia'

Reseña de Una habitación propia, de Virginia Woolf


 Por Willow

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- Introducción.

 

La obra que nos ocupa constituye uno de los iconos más reconocibles de la literatura feminista. Es un antes y un después, no solo en la historia del feminismo, sino también en la vida de quien disfruta de ella. El valor de esta obra radica en el impulso que supone a la emancipación de la mujer en una sociedad patriarcal que, en nuestro tiempo, sigue patente. Por esto mismo, por lo insultante que resulta que en pleno 2021 tengamos que seguir luchando, quiero darle voz a esta autora y a tantas otras, a las que escribieron y a las que no pudieron, a las que no les dejaron avanzar por su sexo y a las que hoy lo hacemos en su memoria.

 

Resulta complicado abordar este libro desde un único enfoque, pues, a pesar de la brevedad de éste, contiene un abanico amplísimo de argumentos, ejemplos y contraejemplos, además de un estilo muy definido que supondrá, como veremos más adelante, una influencia relevante en autoras posteriores. Así pues, puntualizando la multiplicidad de formas a través de las cuales se podría tratar este texto, me centraré en la posición que toma la autora ante posturas declaradamente machistas y sus argumentos a favor de un aumento de la igualdad entre ambos géneros, así como una pequeña crítica personal.

 

1.- El libro.

 


La obra presenta una división por capítulos, aunque en su origen este ensayo consta de dos partes, separadas en sus dos correspondientes conferencias para las que fue escrito. Estas tuvieron lugar en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton. Estos textos de modificaron posteriormente para adaptarlos a este formato. El argumento bien se podría resumir en las palabras del personaje de la serie Perdidos, Locke: "No me digas lo que no puedo hacer". Y esto es porque a las mujeres, desde el principio de los tiempos y con contadas excepciones, se nos ha sometido, se nos ha dicho qué podemos y qué no podemos hacer, y todo para el beneficio de la otra mitad de la población: los hombres. El argumento principal será el que da nombre a la obra: "Una mujer solo necesita 500 libras anuales y una habitación propia para poder escribir". Alrededor de este se estructuran las ideas que muestran la razón de que esto, en épocas anteriores, fuera casi imposible.     

 

- 2. La autora.

 


En cuanto al icono de la literatura inglesa del siglo XX que es Virginia Woolf, destacaré de su biografía que procedía de una familia con un padre estudioso en el campo de las letras, sir Leslie Stephen, que influyó en ella en gran medida. Se casó con Leonard S. Woolf, con quien fundó el grupo editorial, Hogarth Press, en el que ella misma publicó esta obra. Años más tarde, horrorizada ante la posibilidad de estar volviéndose loca, se arrojó al río Ouse y acabó con su vida un fatídico 28 de marzo de 1941. En el momento en el que escribió Una habitación propia se encontraba rodeada del ambiente artístico del círculo de Bloomsbury, pero lo más impactante de su emocionante y trágica historia es que en estos momentos compartía un precioso romance con otra mujer, escritora y jardinera, llamada Vita Sackville-West. El lesbianismo es un tema que se tratará a lo largo de la obra, dejando entrever un halo de ternura y afecto hacia aquella mujer que fue su amante. 

   

3. Principales temas del ensayo.

 

- 3.1. Las cuatro "Marys" y la narradora a través de ellas.                                                                     

 

Para hacer más llevadero el seguimiento de esta reseña debo reparar antes en el cambio de voz que hace la narradora, identificándose con tres personalidades distintas en cada momento: Mary Beaton, Mary Seton o Mary Carmichael. Estos tres nombres hacen referencia a una balada llamada Mary Hamilton. Estas mujeres, junto a la hipotética hermana de Shakespeare, Judith, y la propia Woolf, sienten una impotencia y vigilancia constante del peligro, de la muerte (que también está más que presente en la obra de la mano del suicidio de Judith Shakespeare al conocer que estaba embarazada de un actor, todo esto, como metáfora de una realidad). 

 

Para ilustrar el ejemplo de Judith partiremos de que, tanto ella como su hermano William gozan de las mismas posibilidades, solo que ella es una mujer. Por lo tanto, el final de ambos será totalmente distinto, ella llegará a ser poco más que la amante de un actor y él, un dramaturgo estudiado en las aulas siglos después.

 

A través de estos nombres nos habla la voz de Woolf, proclamando y afirmando sin pelos en la lengua que Inglaterra se encuentra bajo un patriarcado, que "No necesito alagar a ningún hombre, no tiene nada que darme"; que la castidad es poco más que una jaula de la que se sale con un coraje inusual, si es que se sale; que ni hombres ni mujeres se conocen debido a la mirada parcial que tienen sobre el otro (argumento que desmentirá al final); que "a veces a las mujeres les gustan las mujeres".

 

Esta última declaración supone un enfrentamiento directo con los valores de la época, en la Inglaterra de esos años la homosexualidad se vivía como algo sórdido y estaba muy fetichizada en las mujeres: en la prostitución se llevaban a cabo este tipo de prácticas entre mujeres, pero para la satisfacción del hombre. En hombres estaba muy perseguida por el daño a la masculinidad y el estereotipo de hombre que suponía, en mujeres suponía una doble discriminación. Que una mujer tuviera una relación romántica con otra mujer suponía que no dependiera de un hombre y que, por tanto, no estuviera controlada en ese sentido. En otras palabras, suponía un peligro. Por esto mismo, el arrojo de Woolf a declarar abiertamente que "a veces a las mujeres les gustan las mujeres" se encara con esos prejuicios y rompe con la expectativa social que se tenía de una mujer.

 

Todo esto sumado al reciente comienzo del feminismo como movimiento social en el que las mujeres empezaban a emanciparse del rol de ama de casa y a ser admitidas en algunas universidades. Por supuesto, hubo reacción por parte de quienes buscaban conservar la tradición y de los hombres que veían su posición de poder en peligro.  

 

- 3.2. Respuesta de Woolf a los argumentos de las "Marys".

 

En la conclusión del ensayo, el capítulo seis, habla Woolf como ella misma, dejando atrás a las cuatro Marys y a la desdichada Judith, a ese miedo constante y esa resignación. Ejemplificando esta progresión en el argumento vemos una crítica a las palabras que puso en boca de Mary Seton, alegando que "Es natural que los sexos cooperen. Tenemos un instinto profundo, aunque irracional, en favor de la teoría de que la unión del hombre y de la mujer aporta la mayor satisfacción, la felicidad más completa." Y no la malentiendan, no habla de relaciones sexuales ni románticas ni matrimoniales, habla de colaboración, de entendimiento.

 

Coincido completamente con Woolf, mas he de poner el acento sobre un matiz que no se aclara en el libro. Si bien mujeres y hombres deben cooperar entre sí y buscar comprenderse, no podemos exigir que ninguno de los dos sexos entienda por completo al otro. Esto es, que un hombre, por su condición de hombre, difícilmente podrá sentir las consecuencias del sistema patriarcal sobre las mujeres y, aunque puede, por supuesto, apoyar nuestra lucha, no podrá ver a través de nuestros ojos ni sentir con nuestro corazón. Del mismo modo ocurre con los hombres, pues la cuestión del género también les perjudica en gran medida. Sin embargo, no es cuestión de que empaticemos hasta niveles imposibles con las historias de todas las personas, sino de que veamos las injusticias, perjudiquen al género que perjudiquen, y luchemos contra ellas.

 

Este capítulo, más que ser una respuesta directa a unos argumentos, es una respuesta a una actitud. La resignación de estas mujeres (y de ella misma) en la primera parte del libro ante su situación y el consecuente conformismo serán desechados por Woolf tomando un carácter mucho más reactivo. Ya no existe una actitud de queja y crítica, sino más bien una reformista que propone soluciones que facilitan la comunicación entre ambos géneros. Es en esta parte del libro también en la que se señala el factor de la precariedad del sexo femenino a lo largo de la historia como un elemento de vital importancia.

 

- 3.3. El machismo.

 

En la obra se exponen puntos de vista de hombres que claramente no tenían al sexo femenino en alta estima, que nos denigran al nivel de un jarrón, que sirve para decorar y poco más. Muchos han sido los que se creyeron con la potestad de definirnos y encasillarnos en algo inferior a ellos, y digo algo porque para unos éramos pecado, para otras obras de arte (que seguro que pintó algún otro hombre) o simplemente ganado.

 

Es en el segundo capítulo en el que se señala por primera vez la insistencia por parte de los hombres, en este caso Napoleón y Mussolini, de situar a la mujer en un escalón más bajo que ellos. Se habla en este capítulo sobre todo del distanciamiento social de un rol a otro y las normas que como mujer debían acatar sin protestar.

 

En el capítulo tres habla de grandes mujeres de la literatura y presenta el caso imaginario de la hermana de Shakespeare. Nos presenta la figura del profesor Trevelyan que escribió "El pegar a una mujer era un derecho reconocido del hombre y lo practicaban sin avergonzarse tanto las clases altas como las bajas". Y así se quedó, más ancho que largo, pretendiendo que le demos las gracias por poner "era" y no "es", cuando lo cierto es que, un siglo después, sigue siendo. Como reacción a esta proclama nombrará Woolf a mujeres de gran fortaleza y valor, que desmontan las palabras de Trevelyan, quien además alegaba que en obras literarias carecíamos de carácter. Imagínense decir que Lady Macbeth es una mujer sin carácter.

 

En este mismo capítulo y siguiendo la línea argumentativa tenemos al ilustre Mr. Greg con su proclama "La esencia de la mujer es que el hombre la mantiene y ella sirve". Sirve, del sustantivo servus en latín, que viene a designar al siervo o esclavo de la casa. Y así un largo etcétera de hombres pretendiendo que saben algo de las mujeres cuando lo único que saben es lo que otros hombres les han dicho, como quien pretende saber de árboles estudiando una piedra.


- 3.4. 500 libras y una habitación propia.

 

Volviendo al tema central del libro, a nuestra habitación propia y a nuestras 500 libras, veremos que esto no es algo que resulte usual en tiempos de Woolf. Por duro que parezca, solo escribía quien tenía dinero y las mujeres siempre fuimos pobres, nada era nuestro, todo era de nuestro padre o de nuestro marido. Por esto mismo, no eran ellas mismas las que poseían el poder sobre la distribución del patrimonio de la familia (y sí, patrimonio, de pater, del hombre de la familia), sino sus maridos. Tampoco tenían un espacio de trabajo, su trabajo era la casa, por lo que a las que escribían se les obstaculizaba con infinitud de interrupciones como fue el caso de Jane Austen, que escribía en el salón de su casa. La mujer poeta, la mujer dramaturga no ha tenido la más mínima oportunidad hasta hace muy poco. La novelista estaba mejor vista, no resultaba tan pretenciosa. El hecho de que yo como mujer esté escribiendo esto ahora es un fenómeno que dejaría a las escritoras del siglo XX atónitas.

 

Destacaré en este punto que Woolf llevaba una vida acomodada y por ello debemos mirar la obra teniendo en cuenta el sesgo que esto supone. Es posible que no tuviera demasiado en cuenta la situación de mujeres en familias muy precarias, a las que les era imposible tener tiempo para un oficio que probablemente no acabaría por darles frutos. Podemos deducir entonces que se dirige a un público más pudiente, sin más dificultad que la de su género (que no es poca), pero sin tener en cuenta la dificultad de personas con menos recursos.

 

Sí es verdad que al final de la obra cita a Sir Arthur Quiller-Couch que escribe en su obra The Art of Writing lo siguiente: "El poeta pobre no tiene hoy día, ni ha tenido durante los últimos doscientos años, la menor oportunidad… En Inglaterra un niño pobre no tiene más esperanzas que un esclavo ateniense de lograr esta libertad intelectual de la que nacen las grandes obras literarias". A esto añade Woolf que "La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual". Por tanto, sí que repara en estas clases más desprovistas de recursos para escribir, aunque lo haga de mano de otro autor y no empape de este matiz toda la obra.

 

- 3.5. Estilo e influencias.

 

Por último, hablaré en términos formales de lo que, desde mi humilde punto de vista, es uno de los estilos de escritura más bellos. Woolf utiliza un estilo de escritura muy libre de esquemas, de convencionalismos, de estructuras rígidas. Coge una pluma, un cuaderno, y escribe al ritmo que piensa, dejando correr, o más bien volar, la pluma y haciendo que la lectura de su prosa se asemeje a una cascada de emociones y pensamientos que nos transportan a su mente por unos segundos. Permitidme reparar, aunque sea por un segundo, en lo fascinante que es estar en la mente de tan ilustre mujer y que nuestros pensamientos corran con los suyos en una carrera hacia el enriquecimiento de los mismos.

 

Del mismo modo ocurre con la escritora española Carmen Martín Gaite, que incluye, además, el factor de lo onírico, la ensoñación, lo imaginario, haciendo de sus obras un sueño despierto del que solo sales al finalizarlas.

 

En cuanto a las influencias de Woolf y sus precursoras hablaré de la literatura testimonial y confesional de la que partirá nuestra autora y sus precursoras en la lucha feminista. Una influencia clara es Mary Wollstonecraft con su obra Vindicación de los derechos de la mujer, como carta magna del feminismo de aquel entonces. En cuanto al estilo y forma de escribir de Woolf se ve más clara influencia de Jane Austen, Charlotte Brontë, Shakespeare, etc. Es un estilo mucho más testimonial, personal, sin hablar del mundo en aspectos generales (como era el caso de la literatura masculina), sino más bien de individualidades de cada escritor y, a través de ellas, llegar a un punto más amplio. Se tomaba mucho más en serio el modo de escribir "masculino" y sentenciador sobre la realidad que lo íntimo de las primeras autoras. Existía entonces una dificultad para trascender de lo personal a lo público cuando ya había un discurso puramente público.

 

- Conclusión.

 

A modo de conclusión y con el fin de no extenderme más (porque, créanme, podría seguir dando vueltas milenios) me gustaría quedarme con que la habitación propia y el dinero son más fáciles de conseguir en el siglo XXI, pero sin olvidar que no damos cuartel, que la lucha sigue. Este libro es recomendable a todos los niveles, tanto por el placer de disfrutar de una retórica bellísima, como por escuchar a una mujer que se atrevió a alzar la voz. En mi caso, ha significado un paso más en el descubrimiento de mí misma, de las limitaciones que se me han impuesto y de las herramientas y el valor que tengo para romperlas.

 

No me atrevería reprocharle nada a Woolf salvo que no escribiera más y de esta obra nada malo tengo que decir. Como advertencia, déjenme decirles que es un libro para disfrutar en silencio, con el único sonido del pensamiento propio y la mente bien abierta. Y a las mujeres que me leéis ahora, dejadme deciros que ni somos juguetes sexuales ni jarrones decorativos ni reses. Que el género no define nuestra valía, que solo podemos definirla nosotras y que, ahora que podemos escribir, lo haremos.

 

- Bibliografía.

 

WOOLF, V. (1929): A room of one´s own. Londres: The Hogarth Press Ltd. [edición utilizada: WOOLF, V. (2019): Una habitación propia (traducción de Laura Pujol). Barcelona: Área Editorial Grupo Planeta].