Roberto Wong: "Si la vida no tiene sentido, tampoco la literatura"

Entrevista a Roberto Wong por su obra Lotería mexicana 

Por Miriam García González

Roberto Wong es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey ITESM. Como narrador mexicano obtuvo el primer premio Dos Passos a la primera novela de 2015 convocado por Galaxia Gutenberg. Ha colaborado en las revistas Letras Libres y Tierra Adentro. Enlace a su podcast https://el-anaquel.com/ y a su obra "Lotería mexicana" https://smolbooks.com/producto/loteria-mexicana/

 

—La creación de la obra se llevó a cabo en Barcelona, ¿por qué allí?

 

—Necesitaba cierta distancia, mucho de lo que se escribe está anclado en el pasado. Además, había una urgencia de escribir, una impulsión que quería salir, y decidí optar por narrarlo a través del cuento porque era más concreto ante la ansiedad de querer escribir algo.

 

—La experiencia de lo mexicano está atravesada por la violencia, entrecruzada por lo que podríamos denominar las cuatro vértebras de la obra: el pasado, el presente, la realidad y la imaginación. ¿Son una conjunción inseparable?

 

—Pienso en el cuento "El ruido del vidrio roto", donde el pasado intenta regresar al presente, algo que el protagonista no quiere, y ahí subyace el conflicto en la relación que mantiene con su hermano. En cuanto a la imaginación-realidad, el "El club de los realistas mágicos" representa una parodia de los realistas mágicos, que en EEUU la manera de ver el realismo mágico, y en específico a los realistas mágicos, es desde el fetiche.

 

Por otro lado, en cuanto a la unidad entre realidad e imaginación… ante el horror hacia el narcotráfico, por ejemplo, la imaginación es siempre ese resguardo, esa vía de escape, la posibilidad de no querer más violencia, más mal.

 

—¿Cuál dirías que es el conflicto principal entre literatura y realidad?

 

—La imaginación permite otro tipo de memoria, es un salir de lo ennegrecido cotidiano, es la solución de romper con la cotidianidad. Aunque en la literatura, como pasa en "Lotería mexicana", el sueño puede cobrar la forma de una pesadilla. En este sentido, parte de lo mexicano es el horror que espera a la vuelta de la esquina. En varios de los cuentos existe también una búsqueda incesante del sueño americano, y esto convoca problemas.

 

—Esta perspectiva vital y literaria que es palpable en "Lotería mexicana" mediante lo absurdo risible, lo risible hasta el horror y la ironía… ¿encuentra sus antecedentes en Borges, quizás en Cortázar? ¿Son estas las consecuencias de haber leído a Borges y a Cortázar?

 

—De Cortázar soy un gran devoto como lector, y Borges me transmite respeto y es para mí una sombra terrible: es imposible querer escribir como Borges; pero en el caso de Cortázar, lo fantástico es igual a una grieta, ese es el mecanismo que me interesa; lo mundano que se resquebraja, como ocurre en el cuento del "El grito", donde dicho grito en la oficina rompe los cimientos de esa estructura que pierde completamente el sentido. Eso es lo que quiero generar. Del espacio de la infancia al espacio del hoy, prevalece el absurdo. ¿Qué esperabas que fuese la vida? Probablemente algo distinto.

 

—Es notable cómo el ejercicio metaliterario se desarrolla paralelo a la historia, a la anécdota que se nos está narrando. ¿Es este ejercicio meta la trama oculta, la luz que arroja lucidez, consciencia y verdad, sobre lo que está ocurriendo?

 

—Pues a veces precisamente lo fantástico es la historia visible, como ocurre en "Los muertos", donde los fantasmas se nos hacen extraños y descubrimos que simbolizan la mochila, la carga que llevamos a las futuras relaciones; es el pretexto para hablar de algo. Y otras veces el mecanismo es lo opuesto: lo oculto es lo extraño.

 

—Llegado a este punto, me gustaría que tratásemos la simbología. Hay una simbología claramente recurrente: el trueno, el fuego, el vidrio contra el suelo, la nieve y el frío…

 

—Algo curioso es que la nieve la conocí cuando llegué a Europa; nunca antes había visto la nieve, y era algo que podría haber hecho en EEUU. Para mí fue algo muy emotivo, fue el resultado de cerrar un capítulo de mi vida, el capítulo en EEUU: aquello que no hice y ahora sí he hecho.

 

—Y en cuanto a la portada… ¿ahí también reside la simbología? ¿Qué podemos decir de ella?

 

—La portada es el trabajo de una ilustradora mexicana fantástica, Jimena Estíbaliz, y el propósito fue el de reinventar las cartas de la lotería mexicana, algo que visualmente es muy meta. Hay diferentes niveles, de subtextos paralelos: la anécdota y algo escondido, o la historia y lo que interpela al lector. Lo importante, más allá de los juegos y las tramas, es que cuando leamos un libro, éste nos revele algo del mundo y de lo que somos.

 

—Si quieres confesarnos un poco más de tu intimidad o experiencia, qué te parece hacernos una selección de tres cuentos cuyos conflictos supongan para ti una relevancia personal.

 

—De nuevo viene a mí "El vidrio roto." Yo tengo un medio hermano en EEUU cuya relación es complicada, es una relación que alimenta en mí el sentido de culpa, me siento culpable en dicha relación. O por ejemplo "Tramas ocultas", es uno de los cuentos que no están inspirados en EEUU, pero sí en un amigo mío: él pasó por una crisis que lo llevó a quemar todo su departamento y regresar a su país. Lo que pasó me movió mucho, porque no me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Y realmente, me pregunté y aún me cuestiono, si conocemos de verdad a las personas con quienes compartimos nuestra amistad.

 

Y luego, "Lotería mexicana" es un cuento en el que quise reflejar los niños en los centros de detención en la frontera, la migración de México a Estados Unidos. O en "Condenaditas", aquellas mujeres que desesperadas buscan a sus maridos, a sus hijos, a sus desaparecidos. Todo eso supone para mí una herida.

 

—¿Hasta qué punto es posible hablar de compromiso por parte del autor, en este caso por tu parte, en la obra? Quiero destacar literalmente eso que dices en la página 116: "El relato podría terminar aquí, pero las cosas en la vida no suceden así, y esta no es una historia de redención."

 

—La pregunta es complicada. La literatura no tiene que ser comprometida, sin embargo, en este caso uno tiene que ser congruente y fiel a las cosas que nos duelen, en mi caso, la migración, los desaparecidos, la violencia… me es imposible mantenerme indiferente.

 

—Me llama mucho la atención que la mayoría de los cuentos están escritos en primera persona, no obstante, dos de ellos huyen de la norma: están escritos en tercera persona como en el caso de "Las uñas" y en segunda persona en "Los muertos." ¿A qué se debe? ¿Es algo premeditado? 

 

—Siendo sincero, no es algo premeditado. "Las uñas" nace de una anécdota que me contó una vez una chica que conocí; hablaba de lo que significaba mantener sexo con mujeres, y cómo estas relaciones la limitaban a tener las uñas cortas. Me pareció algo hermoso y decidí escribir sobre ello, pero al no haber nada de mi propia experiencia, quizás la falta de conexión me hizo decantarme por un narrador más alejado.

 

Y en cuanto a "Los muertos", la segunda persona consigue interpelar al lector, la expectativa es provocar que lo fantástico sea reconocido por quien lo lea; generar una complicidad: todos arrastramos equipajes que nos influyen negativamente en nuestras relaciones, que las entorpecen y a veces las hace imposibles.

 

—Por último, hay un concepto que es una realidad presente en toda tu obra: la frontera simbólica. ¿Qué es para ti la frontera simbólica?

 

—La frontera simbólica es el no retorno al estado previo. Hay un cruce metafórico. Hay una línea imaginaria entre el mexicano y el sueño americano. Es la búsqueda de un sueño, pero las cosas no siempre salen bien. Siempre hay algo que no se alcanza, algo que se idealiza y que simplemente no sucede. Es el acto del azar, del error, el darte cuenta de que lo que ocurre y ocurrirá no es igual a lo que se pensó y/o a lo que se deseó.