Reseña de La casa de la fuerza, de Angélica Liddell
Por Natalia Ferrer Cordón
- Introducción.
Y nada de lo que hagáis cambiará la idea de hombre. La idea del hombre persistirá con independencia de vuestra vida y de vuestra muerte. La naturaleza os ignora.
La casa de la fuerza es una obra teatral en la que Angélica Liddell nos habla, principalmente, con enfado y rabia, pero también con extrema vulnerabilidad y convicción, sobre una realidad que sufren muchas mujeres: la del amor, sufrimiento y violencia íntimamente vinculados a relaciones de maltrato y de desigualdad.
Dicha realidad toma forma mostrando el dominio del género masculino y el enaltecimiento de ciertas maneras de ser y de vivir en sociedad como las respaldadas por el empleo de la fuerza, el poder, la influencia y la importancia de la imagen exterior, hasta un punto en el que se cometen actos de violencia extrema contra las mujeres por ser diferentes a dichas maneras, por mostrar (aun leves) signos de sensibilidad, empatía e introspección.
En esta obra la fuerza es usada por los hombres de forma violenta, injusta, impulsiva y como medio para dominar a las mujeres; sin embargo, a medida que la obra transcurre, Angélica decide apropiarse de esta fuerza para acabar con la opresión que sufre, mitigar el dolor que le han causado y lograr que por fin se imparta justicia.
1.- El libro.
Aunque esta reseña se centre en La casa de la fuerza, el libro publicado por La Uña Rota en 2011 contiene otras dos obras cortas relacionadas entre sí por los temas tratados:
En Anfaegtelse una serie de cartas muestran el tipo de relación que la protagonista tuvo con un hombre, revelándose como consecuencia de su crianza privada de amor.
En Te haré invencible con mi derrota se recoge la experiencia de vida de Jacqueline du Pré, reconocida violonchelista que sufrió la esclerosis múltiple desde muy joven. A través de esta historia expresa su propio sufrimiento ante la existencia y las pocas herramientas que a veces tenemos para poder superar lo que nos pasa.
Por último, es en La casa de la fuerza, la más extensa de las tres, donde resuena la realidad más vulnerable e íntima de la autora en torno a sus dinámicas con el amor, el maltrato, la falta de autoestima o la soledad. Y todo ello unido a otros testimonios de víctimas de violencia machista donde las heridas existen y permanecen bajo un sistema amparado por el funcionamiento de la sociedad.
2.- La autora.
Angélica González, más conocida como Angélica Liddell, es una actriz, directora y dramaturga nacida en Figueres en 1966. Se licenció en Psicología y Arte Dramático y comenzó pronto a representar como directora y actriz sus propios textos. Ha resultado ganadora de diversos galardones como el Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza en 2012 y el León de Plata de la Bienal de Venecia en 2013.
Angélica habla, por un lado, desde un lugar de provocación y crudeza: no desea dejar indiferente al público causándole incomodidad, turbación o catarsis, pues sus temas son de extrema gravedad. Esta gravedad es encarnada a través de la performance, donde el uso de la violencia es bastante explícito y ella misma es el canal por el que poder transmitir el dolor vivido, tanto por sí misma como por el resto de mujeres. Así la representación y la autobiografía se funden y el propio mal de Angélica parece que traspasa el de la función.
Por otro lado, también utiliza un tono poético e inspirador con el que es difícil no conectar: aunque es posible sentir incomodidad o molestia al plantear situaciones tabúes de una forma "ordinaria" (y completamente intencionada), lo hace con un estilo en el que abundan la vulnerabilidad y la autenticidad de los personajes.
3.- Temas principales del texto dramático.
La obra se divide en tres partes y en cada una de ellas se aprecian una serie de temas que van evolucionando paralelamente al desarrollo emocional y al pensamiento de Angélica. Además, el texto se entrelaza con bastantes fragmentos de canciones populares que contribuyen a dar un valioso contexto al relato.
3.1.- Amor romántico.
En la cultura popular la representación del amor romántico nos transporta a una realidad elevada, maravillosa y atractiva que nos evade de los problemas cotidianos, nos da esperanza ante las dificultades y nos permite creer en que otra realidad es posible. Sin embargo, este no es un amor real que pueda sostenerse mucho en el tiempo sin provocar daño y sin olvidarnos de prestarnos atención a nosotros mismos.
El personaje de Angélica quiere amar con locura y por encima de sí misma porque solo así entiende el amor e incluso llega a autolesionarse como forma de demostrarlo al otro. No conoce un amor sano y estable, sino uno que lo da todo. Y el amor que persigue no solo es ciego, sino también inconsciente, sin resolver.
Al vivir desde pequeña la falta de amor, como se trata en Anfaegtelse, siendo adulta desea amar de una forma intensa e idealizada, casi como en compensación, pues nunca ha sentido el amor seguro. En esta circunstancia hay más riesgo de caer en relaciones en desigualdad de condiciones, y donde exista maltrato y dependencia, pues la visión está alterada por la idealización de lo que se cree que debe ser el amor: una entrega total y desmedida; y de lo que se cree que es el otro: un concepto imaginario perfecto, pudiendo ignorar y pasar por alto conductas negativas perjudiciales tanto en una misma (inseguridad, malestar, tristeza, dependencia, soledad…) como en el otro (agresividad, desprecio, violencia verbal y física…).
En definitiva, el peligro de entender el amor como una forma de resistencia ante todas las adversidades impide terminar la relación. Angélica, a pesar de haber vivido maltrato, dependencia y nula autoestima, reconoce que él era la persona a la que más amaba en ese momento.
Siempre he deseado el amor que no encontré en mi madre. y por eso le pedí a los hombres un amor gigantesco, sin condiciones, sin límites, sin final, como supongo que debe ser el amor de una madre. (...) Y yo he amado con la bestialidad de una madre, de una novia, de una hermana, de la patria y de los ahogados del Sena, todo junto. (...) Mamá, si me hubieras cantado esa nana no hubiera necesitado a nadie.
Después, el personaje de Angélica llega a un punto en el que ha salido de esa relación de maltrato y, como no conoce el amor sin hostias, en la soledad prefiere dejar de sentir y de amar. Comienza a experimentar sucedáneos del amor, como ella lo denomina, es decir, relaciones esporádicas a través de internet centradas meramente en lo sexual, donde no hay implicación emocional y ella se convierte en el medio del deseo de los hombres, y de donde, sin embargo, recoge mínimos afectos que aún le valen para seguir sintiéndose amada.
3.2.- Machismo y violencia.
En la primera parte, se desarrolla un "espacio" donde varias mujeres confiesan, de manera muy sincera y poética, lo que han sufrido en relaciones de maltrato, tanto en pareja como en encuentros esporádicos y proclaman el viaje emocional que supone y las pocas ganas de vivir que quedan después.
CONFESIÓN DE GETSE: Una vez un hombre al que amaba muchísimo (y él también me amaba a mí), seguramente el hombre al que más he querido en la vida, me dio una hostia. Fue una noche, en la cama, y fue su reacción de rabia e impotencia por decirle que quizá, sólo quizá, no debíamos seguir juntos… por todas esas noches que hubo antes de esa noche, de soledad, de silencio (...) por respeto, como tantas y tantas veces en que se confunden respeto y sumisión.
Luego, Angélica emplea un monólogo de pensamientos, una escritura más libre y poética (también de tipo diario) en la que hace un viaje a través de su dolor pasado, jugando a asociar y comparar sus propios estados emocionales con situaciones externas trágicas (conflictos bélicos, víctimas de guerra…), y que además también expresa, en contraste, lo poco que éstas le afectan debido a su apatía.
En la segunda parte tanto ella como las demás mujeres de la obra van abrazando cada vez más la ira que sienten y se vuelven muy conscientes de la impunidad concedida a los hombres que agreden, maltratan y ejercen la violencia en la sociedad en que viven.
ANGÉLICA: Ejercicios de felicidad para hijos de puta.
(...) LOLA: Puedo joderte y quedarme tan ancho en nombre de la felicidad. / Te joderé en el paraíso. / Y luego te dejaré tirada como a una colilla. / Y pensar que yo no soy así cuando viajo en tren. / Y pensar que yo no soy así cuando paseo a mi perro.
Se establece una comparación entre lo imperante, lo que se premia en la sociedad y la cultura popular, relacionado con la figura del hombre: la imagen superficial de las cosas, la apariencia, el gimnasio, la fuerza, la publicidad, las noticias, la información, la opinión o la falta de empatía; frente a lo que se juzga y castiga, vinculado a la figura de la mujer, y que Angélica reivindica: la profundidad, la reflexión, la educación desde pequeños, la sensibilidad, el cuidado de los que tenemos cerca o la escucha de nuestro interior y de nuestras emociones para comprendernos mejor y no hacer tanto daño a los demás.
En la tercera parte se habla del caso de Ciudad Juárez, un lugar en el que abundan en general la violencia y los asesinatos y, en concreto, también los feminicidios violentos de niñas y mujeres jóvenes. Es un contexto donde se vive con mucho miedo debido a la alta criminalidad y poca protección policial y gubernamental. De hecho, esta violación de derechos se presentó en un juicio contra el Estado de México por no estar actuando debidamente. Los asesinatos tienden a producirse cuando éstas tienen que salir a la calle y transitar zonas desprotegidas para llegar a su puesto de trabajo en la industria de las maquilas donde son explotadas laboralmente.
Angélica menciona este tema como protesta y para hacer pública una realidad de indefensión, desamparo e injusticia, en la que no solo está presente la fragilidad de la propia vida, sino también la violencia extrema previa. La autora relata brevemente los casos de algunas de ellas: quiénes eran y lo que les hicieron momentos antes de su muerte. Esto es parte de una violencia que se puede extrapolar a muchos otros casos sufridos en el mundo por causas que de otra manera podrían ser evitables.
3.3.- La resignificación del cuerpo y la fuerza.
Al inicio de la obra el cuerpo de la mujer está sometido al deseo masculino, a la mirada de los complejos, de la autoexigencia y de la violencia que se ejerce sobre él. El hombre ve un cuerpo femenino como medio para satisfacer su placer sin tener en consideración a la persona y sin tener otro tipo de interés que no sea sexual o superficial. Así, cuando el personaje de Angélica quiere abandonar su deseo de amar y ser amada debido al sufrimiento que le causa, y comienza a realizar encuentros sexuales con hombres desconocidos a través de internet, también sustituye el deseo profundo de ser amada por el deseo vacío de ser deseada. Asimismo, se ve el cuerpo femenino como un medio de hacer daño y de castigar, como ya hemos visto, tanto a través del maltrato en las relaciones de pareja como en los casos de violencia de la ciudad mexicana mencionada.
La fuerza también es uno de los medios que usa el hombre en la obra para demostrar su superioridad, incomprensión y rechazo hacia las mujeres. Es un reflejo de lo físico porque se muestra a través de golpes y cortes y, además, se comporta a través de acciones inmediatas, esto es, sin tener que pensarlo demasiado.
Tras terminar su relación abusiva, el uso del cuerpo se empieza a emplear como un mecanismo de alivio y liberación mental a través del ejercicio y del esfuerzo físico extenuante, paradójicamente como forma de aguante, con el fin de aumentar la fuerza, compensar la debilidad del dolor emocional y conseguir que deje de importar lo profundo.
ANGÉLICA: Y como ya nadie deseaba mi cuerpo / y como ya nadie me amaba, / aunque yo deseaba amar con todas mis fuerzas, / me puse a darle patatas a la inteligencia.
Finalmente, la fuerza pasa de ser un medio de opresión masculina a convertirse en una reapropiación de su propio poder, valía y energía a su favor; la fuerza impulsada inicialmente por el dolor y el deseo de impartir justicia combate a la otra fuerza. Y el cuerpo es el medio con el que atacar a los que han hecho daño; es aquí cuando Angélica, desobediente, quiere vengarse de los hombres crueles que existen a través de sus hijos, que desea convertir en seres débiles para no perpetuar más el poder masculino y crear así un nuevo mundo donde la violencia deje de existir.
La fuerza debería ser amable ante la injusticia.
- Conclusión.
La casa de la fuerza expone la tendencia dominante de las instituciones al mantenimiento de la desigualdad, pero también una falta de compasión de la propia sociedad hacia el otro, donde no se sostiene su malestar y, a veces, donde ni siquiera uno mismo consigue saber o expresar lo que ocurre en su interior. Así, la autora se plantea cuál es el sentido de la vida ante todo el sufrimiento que nos hacemos entre nosotros.
Aptitudes poco valoradas como la sensibilidad, la reflexión, la meditación, el cuidado mutuo y el saber observar las emociones, pueden ayudar a reconocer la molestia y a actuar en consecuencia. En el texto, la autora, tras un proceso en el que sufre, luego se expresa y, por último, se hace muy consciente del mundo en el que vive, resignifica su fortaleza y valor como forma de lucha y contraataque; ante la grave situación, se recobra a raíz del dolor y de una situación indigna, imaginando que se transforma para destruirlo.
- Bibliografía.
LIDDELL A. (2011). La casa de la fuerza. España, Segovia: La Uña Rota.
http://www.larota.es/cat%C3%A1logo/libros-robados/la-casa-de-la-fuerza
